La popular palabra de los últimos años “emo” proviene de “emotivo u emocional” esta es una persona que en muchos casos se margina de las demás personas en su entorno, este muchas veces tiende a tener pensamientos de bajo interés por su propia integridad tanto física como mental, se esta haciendo en muchos casos una verdadera problemática por el hecho que estas tendencias están creando un serio problema de actitud personal como emocional en los jóvenes..... Esto en verdad me deja pensando en que este tipo de tendencias no deberían existir ya que esto perturba tu mente y tu personalidad como persona eso pienso y creen que la vida ya no tiene sentido y todo el tiempo pasan tristes y desilusionados de la vida, sin ningún motivo o sin intentar resolverlos y eso no tiene sentido: S
Un perfil psicológico depresivo que podría desembocar en el suicidio, la anorexia y la androginia asociada con la práctica desprejuiciada y prematura de relaciones sexuales sin precauciones contra enfermedades venéreas o embarazos, son los riesgos potenciales que investigadores de la UNAM identifican en las prácticas propias de los emos, manifestación juvenil que aseguran no puede ser considerada como un tribu urbana, sino más bien como una simple moda que constituye un lujo de la sociedad moderna.
Su efervescente proliferación entre el sector adolescente de la población, la campaña de odio de que han sido objeto en fechas recientes y su aparente relación con el mercado de la moda como híbridos que concentran los rasgos más superficiales de distintos movimientos juveniles y contraculturales, podrían considerarse como algunos factores que han motivado la reflexión en torno a los emos, jóvenes identificados con la música “emocional” (generalmente con mensajes depresivos y suicidas) que se identifican en el espacio colectivo por su apariencia andrógina que tiene las siguientes características generales: el color base de su atuendo es el negro, aunque buscan la ruptura mediante colores estridentes como el rojo o el negro; los pantalones stretch caídos a la cadera pese a los gruesos cinturones que portan; camisas en talla de niño y tenis tipo Vans; cortes de cabello asimétrico que caen en flequillos que cubren un ojo o medio rostro, y una complexión lánguida que comienza a ser relacionada con la anorexia.
Más allá del rechazo que han manifestado respecto a los emos otras tribus urbanas al considerar que desvirtúan algunos de sus códigos de identificación como grupo, estos jóvenes que oscilan entre los 10 y 15 años de edad ya comienzan a ser objeto de estudios académicos como los emprendidos por los investigadores de la UNAM, de la Facultad de Psicología, los catedráticos Andrés Alcántara Camacho, Bertha Bloom, y Benjamín Domínguez, además Héctor Castillo Berthier, del Instituto de Investigaciones Sociales, que mediante un comunicado circulado por la institución externan sus concepciones sobre este fenómeno juvenil.
Alcántara Camacho, quien es uno de los pocos investigadores de este movimiento, señala que 40 por ciento de los que se consideran emos tienen un perfil psicológico depresivo que los hace suicidas en potencia; de ahí que se provoquen heridas como una forma de rebelarse ante sus familias y ante el mundo en una suerte de caprichosa y momentánea separación de la existencia. El investigador señaló que la verdadera razón de estos actos autodestructivos nadie la sabe, “ni siquiera ellos”.
Benjamín Domínguez aclaró que la tradición del automaltrato ha sido una constante en todas las culturas y la explica en razón de que “el dolor está constituido por estímulos nociceptivos que activan las neuronas receptoras, y cumple una función de protección”, además de que “tiene un componente cognoscitivo y emocional, no sólo fisiológico. Tal es el caso de la capacidad humana de modularlo y hasta disfrutarlo”.
Aunque no se tienen datos específicos sobre la estadística de suicidios entre los emos, resulta revelador un estudio paralelo respecto a la ascendente tendencia de muerte por suicidio entre niños y jóvenes.
Su efervescente proliferación entre el sector adolescente de la población, la campaña de odio de que han sido objeto en fechas recientes y su aparente relación con el mercado de la moda como híbridos que concentran los rasgos más superficiales de distintos movimientos juveniles y contraculturales, podrían considerarse como algunos factores que han motivado la reflexión en torno a los emos, jóvenes identificados con la música “emocional” (generalmente con mensajes depresivos y suicidas) que se identifican en el espacio colectivo por su apariencia andrógina que tiene las siguientes características generales: el color base de su atuendo es el negro, aunque buscan la ruptura mediante colores estridentes como el rojo o el negro; los pantalones stretch caídos a la cadera pese a los gruesos cinturones que portan; camisas en talla de niño y tenis tipo Vans; cortes de cabello asimétrico que caen en flequillos que cubren un ojo o medio rostro, y una complexión lánguida que comienza a ser relacionada con la anorexia.
Más allá del rechazo que han manifestado respecto a los emos otras tribus urbanas al considerar que desvirtúan algunos de sus códigos de identificación como grupo, estos jóvenes que oscilan entre los 10 y 15 años de edad ya comienzan a ser objeto de estudios académicos como los emprendidos por los investigadores de la UNAM, de la Facultad de Psicología, los catedráticos Andrés Alcántara Camacho, Bertha Bloom, y Benjamín Domínguez, además Héctor Castillo Berthier, del Instituto de Investigaciones Sociales, que mediante un comunicado circulado por la institución externan sus concepciones sobre este fenómeno juvenil.
Alcántara Camacho, quien es uno de los pocos investigadores de este movimiento, señala que 40 por ciento de los que se consideran emos tienen un perfil psicológico depresivo que los hace suicidas en potencia; de ahí que se provoquen heridas como una forma de rebelarse ante sus familias y ante el mundo en una suerte de caprichosa y momentánea separación de la existencia. El investigador señaló que la verdadera razón de estos actos autodestructivos nadie la sabe, “ni siquiera ellos”.
Benjamín Domínguez aclaró que la tradición del automaltrato ha sido una constante en todas las culturas y la explica en razón de que “el dolor está constituido por estímulos nociceptivos que activan las neuronas receptoras, y cumple una función de protección”, además de que “tiene un componente cognoscitivo y emocional, no sólo fisiológico. Tal es el caso de la capacidad humana de modularlo y hasta disfrutarlo”.
Aunque no se tienen datos específicos sobre la estadística de suicidios entre los emos, resulta revelador un estudio paralelo respecto a la ascendente tendencia de muerte por suicidio entre niños y jóvenes.
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